Cindy Parra hace un tatuaje tribal con la figura del ying y el yang en la espalda de una joven de 20 años, en el estudio de Power Records.
Nacidos para tatuar
Octubre 22, 2006
Aprendieron a marcar cuerpos, mirando el arte de otros, leyendo estudios de la piel o buscando nuevas técnicas en internet; los tatuadores del país culminan hoy una convención en la que se conocieron e intercambiaron sus experiencias y las técnicas que adquirieron en este oficio milenario que tiene cada vez más clientes y adeptos, en su mayoría, jóvenes
."El tatuaje es un arte que va con la persona a todos lados, es una parte de su cuerpo", plantea Cindy Parra, de 29 años, una de las pocas tatuadoras de la ciudad.
Esta mujer, que ha dedicado los diez últimos años a perfeccionarse en la práctica de este oficio con el que se mantiene económicamente, abandonó casi al final la carrera de Diseñadora de Interiores que seguía, porque prefirió ver sus creaciones en otros cuerpos. Ella se ha hecho dos de los cuatro tatuajes que lleva. "Todos empezamos practicando en nosotros mismos o en nuestros amigos", dice Cindy.
Gustavo Reyes, guayaquileño de 33 años, ha realizado o retocado los 18 tatuajes que su esposa Paulina Albuja, de 27 años, exhibe en casi todo el cuerpo. Con nueve años en el oficio, Reyes organizó la segunda convención de tatuadores, que culmina hoy en la parrillada Punta del Este de la Alborada. En esta ocasión participan 8 expositores extranjeros y cerca de 20 tatuadores nacionales.
Los tatuajes pueden provenir de moldes o de la creatividad del tatuador, pero desde que salieron los pigmentos vegetales -antes se usaba tinta china- han proliferado los coloreados. Pese a ello, los dibujos de líneas negras llamados tribales son los más requeridos: "Porque puedes seguir enlazando trazos mientras te quede piel", afirma Encalada.
Para el quiteño de 24 años, Guillermo Barros, ganador del primer premio en la convención del año pasado, la novedad son los tatuajes que brillan en la oscuridad. El estudio en el que labora en la capital es el único que los hace en el país.
Pese a que José Palma, de 50 años, recuerda que empezó con sus hermanos tatuando con máquinas caseras hechas con dínamos de carros a pilas, una cuchara cortada y plumas con tinta china, reconoce que este arte requiere varias condiciones de asepsia. Los guantes de látex, las boquillas y agujas desechables, los esterilizadores y la anestesia no se usaban hace diez años en el mundo del tatoo
John Cuenca, médico del Hospital de Infectología de Guayaquil, afirma que un tatuaje es una herida y para hacérselo se debe buscar instrumentos desechables, pero también cuidarse de que el polvo y las bacterias no ingresen por la piel para evitar infecciones con cuadros de fiebre o accesos de pus
El Banco de Sangre del país no admite donaciones de pintas de personas cuyos tatuajes tengan poco tiempo, pues los resultados de VIH o hepatitis, otras de las consecuencias, solo son visibles tras el año de contagio. Los tatuajes de henna, conocidos como playeros, son menos riesgosos, ya que se hacen sobre la piel, sin agujas, pero solo duran de cuatro a ocho días. José Intriago tiene 30 años, dejó su afición a las bellas artes porque el tatuaje, dice, es más rentable. Cobra 5 dólares por uno de henna, mientras que los permanentes cuestan de 40 a 90.
Lo que para muchos jóvenes es parte de la apariencia estética, puede ser motivo de trauma para sus padres. Any tiene 20 años y cuenta que cuando va a la playa se cubre para que su familia no sepa de sus dos tatuajes.
Según el psicoanalista Antonio Aguirre, estas son formas de sentirse identificado con un grupo, una ideología o a una moda que tienen significados a base de la experiencia de cada uno y pueden desarrollar adicciones, que incluso involucran sensaciones. Parra cuenta que el 15% de los 65 clientes que atiende al mes "se inventan retoques sin necesitarlos, solo por el placer de sentir ese dolorcito rico del vibrar de las agujas sobre la piel".
Aprendieron a marcar cuerpos, mirando el arte de otros, leyendo estudios de la piel o buscando nuevas técnicas en internet; los tatuadores del país culminan hoy una convención en la que se conocieron e intercambiaron sus experiencias y las técnicas que adquirieron en este oficio milenario que tiene cada vez más clientes y adeptos, en su mayoría, jóvenes
."El tatuaje es un arte que va con la persona a todos lados, es una parte de su cuerpo", plantea Cindy Parra, de 29 años, una de las pocas tatuadoras de la ciudad.
Esta mujer, que ha dedicado los diez últimos años a perfeccionarse en la práctica de este oficio con el que se mantiene económicamente, abandonó casi al final la carrera de Diseñadora de Interiores que seguía, porque prefirió ver sus creaciones en otros cuerpos. Ella se ha hecho dos de los cuatro tatuajes que lleva. "Todos empezamos practicando en nosotros mismos o en nuestros amigos", dice Cindy.
Gustavo Reyes, guayaquileño de 33 años, ha realizado o retocado los 18 tatuajes que su esposa Paulina Albuja, de 27 años, exhibe en casi todo el cuerpo. Con nueve años en el oficio, Reyes organizó la segunda convención de tatuadores, que culmina hoy en la parrillada Punta del Este de la Alborada. En esta ocasión participan 8 expositores extranjeros y cerca de 20 tatuadores nacionales.
Los tatuajes pueden provenir de moldes o de la creatividad del tatuador, pero desde que salieron los pigmentos vegetales -antes se usaba tinta china- han proliferado los coloreados. Pese a ello, los dibujos de líneas negras llamados tribales son los más requeridos: "Porque puedes seguir enlazando trazos mientras te quede piel", afirma Encalada.
Para el quiteño de 24 años, Guillermo Barros, ganador del primer premio en la convención del año pasado, la novedad son los tatuajes que brillan en la oscuridad. El estudio en el que labora en la capital es el único que los hace en el país.
Pese a que José Palma, de 50 años, recuerda que empezó con sus hermanos tatuando con máquinas caseras hechas con dínamos de carros a pilas, una cuchara cortada y plumas con tinta china, reconoce que este arte requiere varias condiciones de asepsia. Los guantes de látex, las boquillas y agujas desechables, los esterilizadores y la anestesia no se usaban hace diez años en el mundo del tatoo
John Cuenca, médico del Hospital de Infectología de Guayaquil, afirma que un tatuaje es una herida y para hacérselo se debe buscar instrumentos desechables, pero también cuidarse de que el polvo y las bacterias no ingresen por la piel para evitar infecciones con cuadros de fiebre o accesos de pus
El Banco de Sangre del país no admite donaciones de pintas de personas cuyos tatuajes tengan poco tiempo, pues los resultados de VIH o hepatitis, otras de las consecuencias, solo son visibles tras el año de contagio. Los tatuajes de henna, conocidos como playeros, son menos riesgosos, ya que se hacen sobre la piel, sin agujas, pero solo duran de cuatro a ocho días. José Intriago tiene 30 años, dejó su afición a las bellas artes porque el tatuaje, dice, es más rentable. Cobra 5 dólares por uno de henna, mientras que los permanentes cuestan de 40 a 90.
Lo que para muchos jóvenes es parte de la apariencia estética, puede ser motivo de trauma para sus padres. Any tiene 20 años y cuenta que cuando va a la playa se cubre para que su familia no sepa de sus dos tatuajes.
Según el psicoanalista Antonio Aguirre, estas son formas de sentirse identificado con un grupo, una ideología o a una moda que tienen significados a base de la experiencia de cada uno y pueden desarrollar adicciones, que incluso involucran sensaciones. Parra cuenta que el 15% de los 65 clientes que atiende al mes "se inventan retoques sin necesitarlos, solo por el placer de sentir ese dolorcito rico del vibrar de las agujas sobre la piel".
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